(Firma: Alberto Magro)

Los once minutos que tarda la alcaldesa de Vigo en salir de su casa en Vilaboa, cruzar Rande, pagar el peaje y hacer una visita a la sede viguesa de la Xunta o a alguna cafetería de Montero Ríos no son suficientes para recorrer la calle Pi y Margall en un autobús de Vitrasa. La comparación, cronometrada esta misma semana por La Voz, arroja una conclusión preocupante: el área metropolitana de Vigo se ahoga en Vigo. O al menos así es en lo que a transporte se refiere.

Lo saben muy bien los representantes políticos e institucionales de la ciudad, que esta misma semana han exigido a la Xunta que se abstenga de privar de competencias como el transporte a la futura área metropolitana de Vigo. Y entre los líderes más vehementes ha estado la propia alcaldesa, consciente de que no son normales situaciones como las que se dan en un tráfico metropolitano que permite que, en los quince minutos que ella tarda en llegar al Concello desde su casa de Vilaboa, sea imposible hacer lo propio desde el estadio de Balaídos.

Ahorro de tiempo

Esa fue solo una de las más de treinta rutas que diseñó La Voz para tratar de describir la situación actual del tráfico en el entorno de Vigo. Y la primera conclusión es muy positiva: el segundo cinturón, inaugurado a finales de noviembre, ha aliviado sensiblemente el tráfico en el centro. La infraestructura ha unido su capacidad a la que desde diciembre del 2004 ofrecía la prolongación del túnel de Beiramar, para reducir de forma pasmosa los tiempos de viaje por la ciudad. Si la última fase del túnel permitió a este periódico contrastar recortes de tiempo en algunos recorridos de hasta el 70%, la nueva infraestructura ahonda en la tendencia y suma un ahorro de hasta el 40% con respecto a los tiempos tomados tras la apertura completa del vial subterráneo. Así es en los trayectos que pasan por las plazas de España y América, liberadas por un segundo cinturón cada vez más utilizado.

Cuellos de botella

Y hasta ahí las buenas noticias. Porque el resto del diagnóstico no es tan favorable. No puede serlo cuando el rodeo se ha convertido en Vigo en el mejor de los atajos, como comprueban a diario los habitantes de todo el área metropolitana. Que se lo digan si no a los miles de ponteareanos, baioneses o tudenses que trabajan en la ciudad y emplean una media de entre quince y veinte minutos en desplazarse de su casa a los límites de Vigo, y otros tantos en cruzar el centro para acceder a servicios básicos como los de la Xunta. La culpa la tienen calles como Alfonso XIII, Pi y Margall o Travesía de Vigo, convertidas en auténticas emboscadas urbanas.

Atajos con rodeo

Cosa diferente es si se utilizan las nuevas infraestructuras para esquivar el complicado eje que comunica la parte alta de la ciudad (entorno de plaza de España) y el litoral urbano (puerto, Areal). En ese caso, los veinte minutos de atascos pueden reducirse a la mitad, a costa de multiplicar la longitud del recorrido por cuatro. Sirve de nuevo el ejemplo de Ponteareas: de la villa a la sede de la Xunta transcurren 32 minutos y 27,2 kilómetros si se cruza Vigo por avenida de Madrid, Gran Vía y Alfonso XIII, mientras que la distancia crece a 40 kilómetros y el tiempo se encoge a 20 minutos (un 37,5% menos) si el itinerario fluye por la circunvalación de la AP-9 y el acceso a la urbe por el túnel de las avenidas.